Claudia Daza
Tinku Cósmico es un ritual sonoro, un “chamanismo futurista” según la crítica internacional, que convoca a reconectar con la Pachamama y renovar la armonía colectiva. La Paz, Cochabamba y Santa Cruz podrán atestiguarlo.
La emblemática voz quechua de Luzmila Carpio retorna a los escenarios con una gira muy esperada en la que fusiona cantos milenarios con electrónica ritual. Las presentaciones oficiales son: 18 de julio en La Paz (Campo Ferial Chuquiago Marka, 19:30), 20 de julio en Cochabamba (Teatro Achá, 19:30) y 22 de julio en Santa Cruz (Teatro CBA, 19:30).
Luzmila, el “Tinku Cósmico” suena a un encuentro entre raíces y universo. ¿Cómo nace esta propuesta y qué significa para usted llevarla de gira por Bolivia?
Esta canción nació como una llama interior que me acompañaba desde hace mucho tiempo. Sentía con dolor viendo al mundo incendiarse: los bosques ardiendo por la codicia, los pueblos, siglos tras siglos, enfrentándose entre sí, amenazas y chillidos nucleares y muchas personas viviendo desconectadas de su esencia. Pero también sentía frente al miedo inculcado, esa parafernalia que nos quieren hacer parecer como algo natural, que algo hermoso estaba naciendo: un despertar espiritual profundo en muchas almas.
Tinku Cósmico es un canto para ese despertar. Es un rezo en quechua y aymara, una invocación sonora que busca expresar esa unicidad reencontrada a través de lo ancestral y lo universal del sonido. Llevarlo de gira por Bolivia es devolver esta semilla a la tierra que la inspiró. Es una ceremonia compartida, un llamado colectivo a la paz interior y exterior.
Su música siempre ha tejido lo ancestral con lo contemporáneo. En esta gira, ¿qué sonidos o fusiones nuevas encontrarán quienes asistan a sus conciertos?
En esta gira nos acompaña Leo Martinelli, con quien he trabajado en la producción del Tinku Cósmico. Junto con el ensamble Tremor, mis composiciones dialogan con la electrónica ritual, los beats se entrelazan con los charangos y las quenas, y la voz como un puente sonoro entre dos mundos. Es una propuesta sonora que respeta lo sagrado y lo envuelve en texturas nuevas, abiertas a la sensibilidad de las nuevas generaciones. Habrá momentos íntimos, visuales proyectados, silencios y cantos colectivos. Es una experiencia ritual, no solo un concierto.
El título remite al “tinku”, ese encuentro a veces de confrontación y a veces de celebración. ¿Qué tinku personal o artístico vive Luzmila Carpio en este momento de su carrera?
Estoy en un momento de profunda verdad. He dejado de lado todo lo que no resuena con mi alma. Y eso no ha sido fácil. Es un tinku interno, un encuentro con mis propias luces y sombras. Pero también es un tinku cósmico: una confluencia de caminos, culturas y generaciones. Lo que antes parecía incompatible —lo ancestral y lo electrónico, lo espiritual y lo contemporáneo— hoy conviven en armonía. Es un reencuentro conmigo misma, con mi voz verdadera, y con los sueños que aún me habitan.

Muchos jóvenes están redescubriendo sus raíces gracias a su obra. ¿Cómo percibe ese diálogo intergeneracional que se genera en sus conciertos?
Es una de las bendiciones más grandes de este tiempo. Veo jóvenes que vienen con el corazón abierto, con respeto y con sed de verdad. Jóvenes que no le temen al quechua, que buscan en sus raíces una brújula para el presente. Mi música les habla porque es honesta, porque viene del alma. Yo no intento “ser moderna”, simplemente canto desde lo más profundo. Y esa verdad conecta. Los jóvenes me inspiran, me enseñan también. Es un diálogo de amor mutuo.
La gira recorre distintas ciudades de Bolivia. ¿Qué representa para usted volver a esos territorios con su voz, después de tantos escenarios internacionales?
Es como volver a abrazar a mi madre después de un largo viaje. Bolivia es mi raíz sagrada. Cada ciudad guarda memorias, luchas, esperanzas. Estoy feliz porque será la primera vez que cantaré en Santa Cruz, tan cerca de sus selvas y montes llenos de vida y de biodiversidad… territorios sagrados que también han sido profundamente heridos por el fuego y la codicia. Elevaré mi canto por el hermano jaguar, símbolo de fuerza y sabiduría, que debemos proteger con urgencia. Cantar allí será como sumar una flor de conciencia en medio de una juventud que clama por el cuidado del medio ambiente. Volver a cantar en mi tierra no es solo un concierto, es un acto de reciprocidad con mi pueblo. Es mi manera de decir: “Estoy aquí. No me he ido. Les traigo mi canto, mi alma.”
Hay una profunda espiritualidad en su música. ¿Cómo logra que esa conexión con lo sagrado atraviese también los formatos contemporáneos del “Tinku Cósmico”?
Porque lo sagrado no está limitado por el formato. Lo sagrado está en la intención, en la vibración, en la palabra verdadera. Tinku Cósmico suena a electrónica ritual, sí, pero es un canto ceremonial. Es un rezo. Lo contemporáneo es simplemente el canal. La esencia viene de la Pacha Mama, del corazón muy antiguo de los pueblos ancestrales, de nuestras abuelas que cantaban mientras hilaban. Yo solo traduzco esa energía en un lenguaje que todos puedan sentir.
¿Qué mensaje espera sembrar en el público boliviano con esta gira? ¿Hay una intención particular en el contexto actual del país?
Sí. El mensaje es claro: volvamos a la armonía. Dejemos de lado las voces oscuras que buscan hacernos pelear entre nosotros. Recuperemos la sabiduría, la ternura, la humildad. Esta tierra está viva, pero la estamos hiriendo. Y al herirla, nos herimos. Mi canto es una semilla. No impone, no grita, no acusa. Pero sí nombra lo que muchos callan: el dolor del alma, la pérdida del sentido, la desconexión. Ojalá esta gira sea un espejo suave donde cada uno pueda verse… y empezar a sanar.
Después del “Tinku Cósmico”, ¿qué otros proyectos o sueños tiene Luzmila Carpio para seguir expandiendo la música y cosmovisión andina?
Quiero seguir sembrando luz. Hay un bello cortometraje animado por talentosos jóvenes de El Alto, Lima y Santiago que se estrena el mes próximo. Me invitaron a colaborar en su creación que se llama TINKU. Luego, un documental en camino, nuevas colaboraciones y una serie de conciertos íntimos en lugares sagrados. Estoy explorando también la relación entre música, salud mental y espiritualidad. Y sobre todo, quiero seguir escuchando. Porque de escuchar a la Tierra, a los jóvenes, a los sabios… es que nacen las verdaderas canciones.
Claudia Daza es periodista cultural.