Radiografías del presente: Por la hibridez de los géneros cinematográficos

Textual

Isa

Raquel Romero Zumarán

La autora presentó este texto durante la presentación de la memoria de las IV Jornadas de cine boliviano: Radiografías del presente, el 9 de agosto de 2025 en la Feria Internacional del Libro de La Paz. Con ella participaron también Lourdes Choque Condori y Richard Sánchez, realizadores de cine y coautores de la memoria, junto a la  editora y coordinadora de las Jornadas, Mary Carmen Molina Ergueta.

Un agradecimiento muy especial al Centro Cultural de España, por el apoyo prestado para la realización de estas Jornadas de diálogo e intercambio de puntos de vista y opiniones sobre la producción audiovisual boliviana, a Imagen Docs y sobre todo a Mary Carmen Molina por ser artífice de tan interesante proyecto y de la publicación que nos convoca.

Las Jornadas de cine boliviano en su IV versión, Radiografías del presente, estuvieron centradas en la visibilización de las diferentes etapas de la cadena cinematográfica, desde la producción hasta la distribución y exhibición, teniendo en cuenta –además– la relación de los realizadores y las realizadoras con los imaginarios que nos determinan y con los sujetos-cuerpos representados.

La riqueza audiovisual boliviana

Bolivia tiene una frondosa historia audiovisual que navega entre la ficción y el documental o producción no ficcionada. Ese es nuestro sello y nuestro estilo. Y, a pesar de ser un país sin industria cinematográfica, ejemplos nos sobran de grupos y colectivos cinematográficos que han marcado hitos en la producción audiovisual latinoamericana e internacional.

Justamente por ello, quiero focalizarme en las discusiones temáticas referidas a la relación entre narrativas audiovisuales y formas de producción, ya sean ficcionadas o no ficcionadas.

La pregunta de siempre: ¿Por qué escoger uno u otro género? ¿Cuáles son las motivaciones que llevan a los realizadores y las realizadoras a testimoniar la realidad o a ficcionarla? ¿Bajo qué cánones se puede limitar la creatividad? ¿Quién determina dónde comienza un género y termina el otro? Los límites y las barreras entre uno y otro son cada vez más elásticos y permeables, más aún con los avances tecnológicos que han trastocado las formas de producción y la categorización de las mismas.

A mi juicio, la creatividad narrativa está por encima del encasillamiento de los géneros cinematográficos, establecidos por criterios netamente comerciales. La creatividad discurre entre lo estético y la empatía con el/la otro/a que nos mira y nos escucha. Por ello, el encasillamiento puede generar un buen producto técnico, cumplidor de las premisas comerciales y del mercado, pero sin apasionamiento y sin alma. Lo que interesa es enriquecer el producto final y que este responda a las narrativas y realidades que emocionen y con las que podamos identificarnos, tanto espectadores como realizadores.  

Sin embargo, esta hibridez, común en el cine boliviano, no responde a los cánones de la gran industria, que han encasillado los géneros por el interés comercial de “construir historias que se vendan” y dejar de lado “realidades cotidianas que duelen e incomodan y que el público no quiere ver”. Por ello, sin apoyo comercial ni del público, el acceso del documental a las salas comerciales es escaso y casi nulo.

Es importante romper estas exclusas que nos ha impuesto la gran industria cinematográfica. Encasillar para vender. Se han generado diferenciaciones creativas con criterios estereotipados que, en la mayoría de los casos, no responden a nuestros contextos y realidades. Ficcionar la realidad para profundizarla y documentar la ficción para enriquecerla es una alternativa conceptual y narrativa que se ha desarrollado desde siempre en la producción audiovisual boliviana, en una hibridez transgresora que la fortalece.  Ejemplos nos sobran: desde Vuelve Sebastiana, pasando por Amargo MarVoces de libertadAbriendo BrechaMano propia o El Gran Movimiento.

Algunas constataciones

Quiero remarcar que la hibridez de géneros nos permite:

  1. eliminar la supuesta “neutralidad y objetividad” de la producción audiovisual;
  2. flexibilizar los tiempos de rodaje y, por ende, los roles de los equipos técnicos que deben responder a los profundos cambios tecnológicos;
  3. apostar a producciones de carácter más colectivo, puesto que las decisiones ya no solo se centralizan en una cabeza de mando;
  4. democratizar los fondos de fomento, los cuales deberían incorporar nuevas categorías de clasificación que respondan a nuestro contexto audiovisual y reducir las trabas de acceso a los mismos, lo que permitirá, a la vez, impulsar la presencia de realizadores y realizadoras con miradas renovadas e innovadoras;   
  5. fortalecer las relaciones con las organizaciones, colectivos y personas de a pie que son parte de los contextos sociales y territoriales en los que se desarrollan las historias, tan propias del cine y el audiovisual boliviano;
  6. generar circuitos de difusión que nos sean propios, que respeten nuestras formas de producción –una posible salida son las plataformas audiovisuales digitales o redes de salas alternativas.

No pretendo que estas constataciones sean una norma, pero en un país con tan pocos recursos y fondos disponibles es una opción interesante. Necesitamos abrir espacios creativos, romper exclusas.

Finalmente, antes de terminar, quiero remarcar que el proceso de producción audiovisual y cinematográfica es de largo aliento y en esencia colectivo porque se involucran diversas y múltiples especialidades, no necesariamente cinematográficas, para el logro de un producto común. Y generalmente son experticias no visibilizadas, como ser la investigación y búsqueda de fuentes, sustento de la guionización y de la estructura narrativa a seguir. También lo son la búsqueda de actores, testimoniantes, locaciones y lugares de memoria. Finalmente, será el rodaje y la postproducción los que le darán vida a este largo y mancomunado accionar. En cada uno de esos momentos hay equipos “sudando la camiseta” y dando lo mejor de sí, resolviendo problemas técnicos, logísticos y artísticos, y encontrando soluciones creativas ante la emergencia permanente. Un reconocimiento sincero a todos ellos y todas ellas, pues el cine boliviano se construye piedra sobre piedra y esfuerzo tras esfuerzo.

Raquel Romero Zumarán es cineasta, documentalista y gestora cultural

Agosto de 2025

El texto se ha publicado también en ImagenDocs

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