¡Que vivan los libros!

Textual

Isa

Sergio Gareca

La Feria Internacional del Libro de Santa Cruz es una suma exitosa de compromisos. Sólo así se explica que haya sorteado un momento de profunda crisis nacional para poner de relieve a quienes escriben, a quienes editan y a quienes leen.

La Feria Internacional del Libro de Santa Cruz es el evento literario más importante de Bolivia. Ninguna otra feria en Bolivia se presta para la convivencia intelectual ni festeja de la misma manera la palabra escrita como se hace en la urbe cruceña: con orden, categoría y sentido de la industria cultural.

Desde el punto de vista del espacio, el campo de la FEXPOCRUZ crea las condiciones para que la feria pueda desenvolverse a partir de las avenidas, los pabellones, los salones de presentación, los escenarios, el espacio infantil y la plaza de comidas.

Desde hace más de 15 años me ha tocado ser un impulsor de la lectura y, desde mi querida tierra Oruro, la feria de Santa Cruz siempre ha sido un parangón para soñar con un espacio similar donde concentrar un flujo de gente y una circunstancia de éxito. Compite con la feria de La Paz, pero creo que ésta es más fría y no lo digo sólo por el clima. La noción de espectáculo, de puesta en consideración del público, ayuda mucho en Santa Cruz.

Este año la feria ha tenido que enfrentar la situación adversa de los conflictos sociales del país, lo cual ha significado que el traslado de los libros, que debían llegar por tierra, fuera realmente un gran riesgo económico que las editoriales y librerías más importantes han tenido que sopesar y superar. Algunos autores han quedado también en el camino y alguna actividad planificada tuvo que ser movida en el cronograma.

Como si no fuese suficiente, la crisis económica ha sido un duro inconveniente para las ventas y el movimiento de divisas en la feria. Claramente la devaluación de la moneda hizo que el precio de los libros de importación suba a cifras exorbitantes. Esto hace valorar mucho más a quienes todavía están guerreando para que la industria del libro pueda gozar de títulos actuales y ediciones referenciales al alcance del lector boliviano.

Por otro lado, las editoriales nacionales siguen apostando por el talento boliviano y la feria es uno de los pocos espacios donde se da a los escritores la categoría e importancia que merecen. Son días y noches de trabajo para que las ediciones puedan salir a la luz desde las editoriales consagradas como La Hoguera, 3600, Plural, El Cuervo, hasta las independientes como Sobras Selectas, Nuevos Clásicos, Yerba Mala Cartonera y Editorial Subterránea. Están también los autores que cada vez más se decantan por ediciones independientes y hacen una apuesta riesgosa para encontrar su público lector.

Pongo estas circunstancias en relieve porque podría interpretarse como que el país se va de bajada y, por culpa de la economía, la cultura también siente los golpes; pero es todo lo contrario: la Feria 2025 ha sido una gran muestra de compromiso por parte de todos los actores culturales involucrados.

Vale decir que hay un compromiso con el libro como hecho cultural, hay un compromiso con la imaginación incluso desde cada evento teatral y lúdico disponible para la niñez. Hay un compromiso con la industria nacional, un compromiso con el capital boliviano que se arriesga a mantener una línea de expectativa lectora para que Bolivia no sea el país del siglo XIX, cuando se debía esperar décadas para encontrar una novedad literaria venida de otra parte del mundo. Hay un compromiso de los autores que han invertido en un pasaje de avión para llegar a las presentaciones de su obra. Un compromiso de los anfitriones de los eventos internacionales para hacerse cargo de las visitas en un país que vive en la locura.
ESTA FERIA HA SIDO DE MUCHA VALENTÍA.

Más en la balanza

El libro no es un hecho aislado y necesita de la interacción pública. Una feria en estas condiciones en otra parte del país directamente hubiera sido imposible, y aunque las cifras no fueran como en otrora, cuando las visitas llegaban a cerca de medio millón, se ve el resultado de un trabajo sin descanso a través de los años por haberse educado al público cruceño para la asistencia a la feria. Las visitas en esta versión de todos modos confirman que el libro es un artículo necesario y la feria es ya una costumbre cultural de la ciudad, y por ciudad, un paradigma en el país.

Como autor para mí es siempre una gran fiesta de la literatura, pues los títulos más importantes de la producción nacional del año quieren y deben presentarse aquí. Aunque las ventas no sean en el mismo evento, la ocasión es propicia para un lanzamiento.

El relacionamiento con autores contemporáneos internacionales es una puerta abierta para que títulos y autores bolivianos sean conocidos en el exterior. Algo muy valioso como movimiento y gestión que casi siempre representa más un gasto que un beneficio material. Dudosamente otro evento puede dar la altura y categoría a las visitas en estas circunstancias.

Además, el espacio de convivencia entre editores, escritores y personalidades de la cultura se traduce en charlas, diálogos, travesuras, entretelones. Vale decir que se toca la fibra íntima de la producción literaria nacional.

Un punteo personal

Bajo mi visión y gusto particular, me permito celebrar varias noticias, la principal es el premio de Liliana Colanzi, recibido en Dinamarca, hecho que aunque no formaba parte del programa de la feria, no podía tener un momento más oportuno para ser anunciado. Fue como afirmar que los escritores bolivianos valen. Y ahí hubo un nuevo brillo sobre los esforzados anaqueles de las editoriales nacionales.

Por lo demás, me emocionan varias cosas:

  • La reedición de Zárate el temible Willka de Ramiro Condarco por parte de la Universidad Domingo Savio.
  • La atención sobre el Cóndor de Bolivia, primer periódico boliviano, por parte de dos autores, Ramiro Duchén Condarco y Pedro Debreczeni, de interesante coincidencia.
  • Mixturra imposible, cuento boliviano del siglo XXI editado por El Cuervo.
  • Celebro la continuación de las publicaciones de la editorial del Estado Plurinacional, que da cabida a cuentos de niños y el rescate de la tradición oral encabezado por Estela Machicado.
  • Las investigaciones de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, donde me tocó estar junto a otros buenos amigos como Fernando Hurtado con El Cabildo Indigenal de San Ignacio de Moxos.
  • La entrega del premio Nataniel Aguirre a Biyú Suárez.
  • Las novedades que me antojé muchísimo de las editoriales Nuevos Clásicos, Subterránea, Sobras Selectas, 3600, Plural, Letreo editores a cargo de Benjamín Chávez y otros.
  • Libros de amigos y compinches como Vero Delgadillo, Oscar Coaquira, Mauro Alwa, Pablo Barriga, Daniela Peterito, Gary Daher, Julia Peredo, Rossemarie Caballero, Centa Reck, Rosario Aquim, Sarah Gonzales, Andrés Canedo y Percy Jiménez.
  • Los consagrados Norah Zapata, Giovanna Rivero y Edmundo Paz Soldán.
  • Hubo comentarios y valoraciones de Adhemar Manjón, Darwin Pinto (que recién conocí) y Millenka Torrico.
  • El lindo homenaje que pudimos hacerle a la poeta Emma Villazón con la presencia de Adriana Lanza.
  • El Encuentro de poesía Ciudad de los Anillos, junto a Gary Daher, Gabriel Chávez y Valeria Sandy.
  • Los afters en “El amuleto” de Mariana Barrios.
  • Y la complicidad entrañable de Giovanni Bello, Pepe Villanueva, Wara Godoy, Alexis Argüello, Iris Kiya, Roberto Oropeza y Chelo Canavire.

Como puede verse, son nombres y nombres, títulos y títulos de una fiesta de palabras.
Quizá me olvide de algunos, yo quise asistir a todo pero no pude.

El libro tuvo su propio combate y me alegra haber estado ahí de soldadito, aunque de juguete, chequeando de lejitos a Juana Azurduy en el Stand de la Casa de La Libertad.

Yo sé que van a leer esto en digital, pero igual, ¡que vivan los libros!

Sergio Gareca es escritor orureño radicado en Santa Cruz.
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