Misión: Imposible Sentencia final, el físico que salva al mundo

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Isa

Es casi una perogrullada afirmar que el término “Misión: imposible” ha calado la memoria colectiva de occidente por varias generaciones; por algo está desde la década de los 60, cuando las familias se reunían a mirar la pequeña (y única) pantalla de la casa, que entonces era en blanco y negro, a seguir la serie creada por Bruce Geller, sobre las peripecias de la unidad de élite y sus misiones secretas, extraoficiales y aparentemente imposibles de lograr. Al inicio, el protagonista era un personaje sustancialmente distinto del actual Ethan Hunt. La gente memoriosa recordará al platinado y siempre enternado Peter Graves, que personificó al jefe del equipo durante seis de sus siete temporadas. Al parecer, el primer protagonista dejó la serie porque se rehusaba a realizar algunas escenas de riesgo.

Esta primera propuesta ganó 10 premios Primetime Emmy y contó con la participación de actores y actrices invitados notables de la época, como Lloyd Bridges, Ricardo Montalbán, Joan Collins, Loretta Swit y William Shatner.

La serie triunfó por su esquema innovador; la idea de las cintas que se autodestruyen quedará para la eternidad, junto con la música del argentino Lalo Schifrin, que hoy tiene 92 años. Y digo innovador porque hay que considerar que en esta época proliferaron las producciones inspiradas tanto por el fenómeno del agente 007, James Bond, como por la guerra fría y la amenaza latente de un conflicto nuclear entre las dos superpotencias globales, Estados Unidos y la Unión Soviética. ¿Recuerdan el término “cortina de hierro?

Luego tuvimos la versión de los 80, con solo dos temporadas y el mismo protagonista, pero sin premios y con respuestas diversas de parte del público y la crítica. Si bien se elogió que se modernicen, se criticó que varios guiones sean un recocido de la primera entrega.

En medio hubo una película, que viene a ser el primer largometraje inspirado en la serie y titulaba Misión: imposible contra el hampa (Paul Stanley, 1969), que contaba con el mismo elenco de la serie y cuyo mayor atractivo, al parecer, era haber sido filmada en color.

En todas las producciones de esa época había algo que distinguió claramente al equipo de héroes clandestinos respecto a las películas que Tom Cruise protagoniza desde 1996. En las series destacaba la capacidad estratégica y táctica del equipo, mientras que en la saga de largometrajes es Cruise que, con su notable estado físico, lo consigue casi todo, a través de enrevesados artilugios, acrobacias y veloces carreras para alcanzar trenes, aviones en vuelo, objetos que caen en picada o, como en la película anterior (Sentencia mortal), saltar en moto por un precipicio.

Hay que reconocerle a Cruise su asombroso acondicionamiento corporal y la tenacidad con que realiza todas las escenas peligrosas, sin doble de acción, incluyendo cosas poco creíbles como realizar 500 saltos en paracaídas o 13.000 saltos de motocross, como parte de su etapa de entrenamiento y ensayos (dato tomado del making off de Misión: Imposible – Sentencia mortal parte 1).

Si algo parece motivar a este actor es la idea de ser un superhéroe de verdad, sin capas, sin poderes especiales, sin trajes blindados o varitas mágicas. Es él y su entrenamiento, disciplina y, probablemente, la necesidad de reconocimiento por hacer algo único. Misión: lograda. Es actualmente el personaje que más gente convoca, con su solo nombre. Hablar de él es atraer a ejércitos de fanáticos, periodistas y público, llenando una función tras otra.

En Misión: imposible – sentencia final, el orden mundial es bastante diferente al de los años 70 y 80 y el reto es derrotar a un enemigo invisible, una inteligencia artificial experimental que se ha vuelto maliciosa y amenaza con destruir el planeta. Es, en otras palabras, el armagedón y solamente Ethan Hunt puede salvar a la humanidad. Lo dicen así, tal cual.

Sin embargo, con todo el exceso que despliegan las escenas de acción, incluyendo segmentos que desafían la lógica y las leyes de la física, la película consigue atrapar al público, haciéndole contener la respiración en más de una ocasión. Son casi tres horas que podrían haber sido dos y fracción, pero que pasan velozmente, gracias a un trabajo de edición milimétricamente logrado.

La cámara, el montaje, el diseño de producción y, por supuesto, el estado físico del protagonista, superan por mucho a un guion poco cuidado, al menos en relación a anteriores entregas, pero cuyas secuencias de acción nos dejan con un check en las casillas de entretenimiento, diversión y efectos especiales.

¿Será la última película de la saga? Aunque Cruise tiene 62 años, aún puede hacerse cargo de Ethan Hunt, pero habrá que ver qué cálculos y proyecciones hacen en Hollywood, donde todo es inversión vs beneficio. En todo caso, si ésta es la entrega final, es un buen cierre.

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