Isabel Navia Quiroga
El arte y la cultura son antídotos contra la deshumanización y brújulas para orientar el futuro. Sin ellos, el desarrollo tecnológico, económico, social y político es incompleto y desigual.
«Bolivia, nacional, gobierno, país, sistema, dólares, desarrollo, empresas, mediante, recursos, debe, millones, estrategia, seguridad, política, social, inversión, crisis, público, economía, fortalecimiento, nacional, energía, justicia, salud, judicial, renovables, propiedad, privada, fuerza, y eliminar.«
Esas son las palabras más mencionadas en los programas de gobierno presentados por las organizaciones políticas al TSE.

La palabra “arte” está entre las palabras menos usadas; en casi todos aparece cero o una vez, a excepción del programa de un partido que se bajó, que lo usa cinco veces.
Alianza Libre incluye el término una vez, dentro de su plan para el turismo, de manera muy superficial. AP dice que impulsarán una diplomacia cultural activa, con promoción de las lenguas originarias, el arte, la historia de los pueblos indígenas y afrodescendientes.
Es llamativa la forma en que Sumate usa la palabra una sola vez, en la oración “se deberá cultivar el arte de hacer acuerdos políticos”. Alianza Unidad la menciona una sola vez, como materia en su programa de educación y escuelas experimentales.
Respecto a los programas de gobierno que incluyen (o no) el tema de arte y cultura en sus propuestas, ni Libre, Alianza Unidad, Alianza Popular, APB (SUMATE) o PDC han incluido propuestas sobre el tema como capítulos o temas relevantes de sus respectivos programas.
Los demás, o usan el tema como eslogan, o proponen ideas estilo alcaldía, como si todo fuera infraestructura, o hablan de la importancia del patrimonio pero sin sustancia. ADN -sálvese quien pueda- pretende desarrollar “una amplia y efectiva batalla para reafirmar los valores y principios de la civilización occidental”, así como “restablecer los símbolos nacionales y asegurar su uso preminente”. Una idea atemorizante, por su tufo excluyente y conservador. Una amenaza para la diversidad cultural.

¿Qué nos dice todo esto?
Claramente hay un vacío que revela un común denominador entre los contendientes: su reducida visión del desarrollo. Priorizan sectores tradicionales (importantes, por supuesto) como salud, justicia, economía y seguridad, miopes ante el potencial del arte como herramienta de cohesión y transformación social, fortalecimiento de la educación, de la innovación, de la economía productiva y de la conciencia ambiental.
Hay una tendencia a reducir la cultura a patrimonio, turismo o identidad nacional, sin un enfoque que promueva la producción, la circulación, el acceso y la sostenibilidad del trabajo artístico.
El arte no es visto como parte de las estrategias de recuperación económica, de educación integral ni como herramienta de inclusión o transformación social, especialmente en tiempos en que se idealiza el potencial de las inteligencias artificiales. La IA automatiza procesos, pero no puede replicar pensamiento crítico, emociones o creatividad. El arte y la cultura mantienen viva nuestra humanidad, generando empatía, identidad y reflexión, elementos esenciales para una sociedad equilibrada en tiempos de algoritmos.

Por otra parte, frente a riesgos como el desempleo tecnológico o el aislamiento digital, el arte crea espacios de encuentro, contención y participación. Fortalece el tejido social y ayuda a enfrentar los cambios con sentido y pertenencia colectiva.
En lo que coinciden algunas propuestas es en que las industrias culturales pueden generar empleo y riqueza. Por ello, si se piensa en el largo plazo, habrá un futuro en el que muchos trabajos serán reemplazados por la tecnología y justamente ahí es que la creatividad será un valor diferencial. Invertir en cultura es apostar por una economía más diversa, humana e inclusiva.
Hay que recordar también que buena parte de las IA proviene de grandes corporaciones. Sin políticas culturales, se corre el riesgo de perder diversidad y pensamiento propio. El arte fomenta la reflexión y resiste la homogeneización cultural impuesta por algoritmos.
El arte y la cultura son antídotos contra la deshumanización y brújulas para orientar el futuro. Sin ellos, el desarrollo tecnológico, económico, social y político es incompleto y desigual, por lo que se debe integrar lo cultural en las políticas de desarrollo, como un eje estratégico, no decorativo.
Es urgente que la ciudadanía y los colectivos culturales exijamos propuestas más ambiciosas, articuladas y participativas para el sector cultural. Así, quizás el próximo bicentenario tengamos motivos verdaderamente importantes que celebrar.


















Texto y fotos: Isabel Navia, comunicadora, periodista, fundadora de Movida de Altura, agenda cultural.