Copajira se despliega como metáfora y como tecnología no identificada: una fuerza que aliena, desajusta y transforma, inspirada en el agua contaminada que arrastra los desechos del mineral.
La obra articula cuerpo y sonido a través de un dispositivo donde la radio ocupa un lugar central: no solo como canal de transmisión, sino como voz que avista lo otro, lo inexplicable, y abre un paisaje sonoro de residuos, interferencias y resonancias.
El cuerpo aparece como un territorio erosionado y múltiple: máquina fragmentada, garganta quebrada, pero también espacio festivo atravesado por sonidos urbanos y danzas populares que llegan a las minas. Entre desgaste y vitalidad, entre ruina y resonancia, Copajira propone un encuentro con lo extraño, un reflejo vivo de la persistencia y la mutación.