La nueva The Running Man: una distopía clásica que hoy se siente real

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Isabel Navia

Imagen de la primera edición, publicada con el seudónimo de Richard Bachman

Para disfrutar de la película El sobreviviente conviene conocer algunos detalles sobre su origen. Stephen King escribió la novela en 1982, cuando tenía 35 años y según relata en el libro Mientras escribo: memorias del oficio (2002), la completó en solo una semana, a diferencia de las otras novelas que solía desarrollar en aproximadamente tres meses.

A primera vista, esta no parecía ser una película que despertara mi entusiasmo. Sin embargo, ciertos datos interesantes empezaron a acumularse y la idea de ver la nueva versión se volvió atractiva, sobre todo para contrastarla con la de 1987 (hoy disponible en Netflix), que contó con nombres de peso: Arnold Schwarzenegger como protagonista y la actriz y cantante cubano-venezolana María Conchita Alonso en el reparto. La dirigió Paul Michael Glaser, actor y realizador estadounidense recordado por interpretar al entrañable detective Dave Starsky en la serie Starsky y Hutch.

En cuanto al argumento, la novela se sitúa en un distópico 2025 en el que la población estadounidense vive sometida a un Estado totalitario y corrupto, mientras la economía mundial se desmorona. El Estado se ha convertido en un aparato represor que censura toda actividad artística y cultural y, para apaciguar a la ciudadanía, el gobierno transmite concursos televisivos en los que convictos luchan por su vida; el más popular y cruel es The Running Man, dirigido por el despiadado empresario Damon Killian. Allí, los corredores deben huir de cazadores profesionales y, si logran sobrevivir, obtienen el perdón y la libertad. Con el tiempo, la película incluso dio lugar a un videojuego de peleas callejeras.

La nueva adaptación, The Running Man (2025), está dirigida por Edgar Wright (Scott Pilgrim contra el mundo, Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio, Ant-Man, Baby Driver, La última noche en el Soho). A lo largo del metraje aparecen diversos guiños a realities como Survivor y reminiscencias, especialmente en el diseño de producción, a películas como Brazil de Terry Gilliam y a la estética de la ciudad Gótica del Guasón.

La ambientación transcurre en una metrópoli ficticia similar a Los Ángeles, Nueva York o Chicago. El tiempo es impreciso, pero se siente cercano, casi inmediato. Y ese detalle resulta especialmente llamativo: King imaginó este mundo caótico en 1982, cuando escribió sobre un planeta devastado en el distante año 2025, con una sociedad corroída desde adentro, sin cultura ni valores, manipulada por un poder mediático sometido a intereses corporativos que acaparan la riqueza. Vista hace 30 años, la historia pudo resultar visionaria; hoy, en cambio, ya no sorprende, aunque sí interpela. Un gobierno autoritario que vigila cada movimiento, un monopolio mediático que impone su ideología y divide a la sociedad, la escasez de alimentos o el encarecimiento de servicios básicos como la salud no suenan a ficción, sino a una realidad inquietantemente cercana. Esa sensación es, probablemente, lo que más me impactó.

La película no es perfecta, ni mucho menos, aunque cumple con entretener e, incluso, divertir. Alcanza además a conectar —aunque de manera superficial— desde su crítica al totalitarismo y a la violencia, pese a que – contradictoriamente – abunda en escenas violentas. La dirección y el guion caen en estereotipos y lugares comunes, pero el diseño de producción, la música y la edición sostienen varias secuencias, dotándolas de cierta verosimilitud y cercanía.

En suma, se podría decir que, más que una mirada a un futuro distópico, El Sobreviviente funciona como una mezcla de cine de acción y entretenimiento con atisbos de crítica social, al abordar temas como la manipulación mediática, la vigilancia digital, la exacerbación de la violencia como espectáculo, la explotación y la desigualdad. No obstante, todo eso se diluye por la insuficiente profundidad del desarrollo de los personajes y un guion precocinado.

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