El recuerdo de la autora de Gracias a la vida motivó una reunión de mujeres en La Paz, convocadas por el Consulado General de Chile, para seguir su itinerario por este norte adonde se había marchado Gilbert Fravre. La Naira de los 60 y Pepe Ballón fueron el eje en una historia de amor que tuvo una testigo adolescente: Leni Ballón. Pasen y lean, señores y señoras.
El Gringo Favre golpeó “repetidas veces la cabeza contra la pared para luego encerrarse durante tres días seguidos en el cuartito que los había cobijado a él y a su amada Violeta”.
Lo cuenta Leni Ballón, quien, siendo una adolescente en 1966, tuvo la suerte de ser amiga de Violeta Parra, de conocerla en La Paz y de visitarla en Santiago sólo unos meses antes del suicidio de la artista chilena.

El 5 de febrero de 1967, relata Leni, su padre Pepe Ballón contestó el teléfono de la Galería y Peña Naira y así se enteró de la mala noticia que debía transmitir a Gilbert Favre.
El Gringo Favre, como lo rebautizaron en Naira, fue un gran amor para Violeta Parra, aunque él decidiera alejarse de ella y tomar rumbo al norte. Violeta supo del trabajo del Gringo en La Paz —del grupo Los Jairas y del trío instrumental Favre, Domínguez y Cavour que nacieron en Naira— y vino para buscarlo en dos oportunidades. En ambas compartió el pequeño cuarto que don Pepe había ofrecido como vivienda al músico. Un cuartito en la misma casa de la calle Sagárnaga donde el gestor alquilaba ambientes para el centro cultural que creó y sostuvo entre 1965 y 1971.
Don Pepe esperó a Gilbert aquel nefasto día y, al verlo llegar, le convidó un vino de damajuana que era muy apreciado por el quenista. “Luego de varios vasos, mi padre le comunicó la triste noticia. En eso llegó al lugar el músico y pintor Alfredo Domínguez, quien, tras enterarse de la tragedia, fue testigo de cómo el Gringo Favre sufrió una crisis de dolor muy profunda”.
Favre y la peña
Leni cuenta que a principios de 1966, a través del antropólogo y artista plástico Hugo Daniel Ruiz, director del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, llegó a Naira el artista suizo francés Gilbert Favre. “Luis recomendó a mi padre a este actor cultural para que junto con él se pudiesen desarrollar en La Paz actividades musicales similares a las que realizaba con mucho éxito en las peñas de Chile”.
Cuando “mi padre lo oyó tocar la quena con tanta maestría, quedó maravillado y aceptó de inmediato la propuesta de avanzar hacia una peña”. Pero, como en ese momento “ninguno de los dos tenía el dinero para encarar dicho plan, se pusieron a trabajar en base a ayudas solidarias”.
Mandaron a hacer mesas y sillitas rústicas en la cárcel de San Pedro, compraron candelabros de barro para velas, vasos, vino y pasankallas.
El 4 de marzo de 1966 se inauguró en Naira la primera peña folclórica de Bolivia. “Gilbert no tenía dónde vivir y tampoco fondos para alquilar; por esa situación, mi padre solidariamente le ofreció un pequeño cuartito que había detrás del depósito de Naira, en el patio trasero de la hermosa casa de la calle Sagárnaga”.
El inmueble número 161 tenía varios pisos, “donde vivía mucha gente, por supuesto, muchos niños, los que después nos dieron grandes alegrías”. De esos niños, señala Leni, hoy son grandes músicos el quenista Marcelo Peña y el charanguista José Mendoza Iriarte, “quien vive en París como profesor en el conservatorio y por estos días está organizando un festival internacional de mujeres charanguistas”.
Gilbert solía contar a Pepe Ballón sobre la pareja que había dejado en Chile y que, describía, era dueña de un talento extraordinario como poeta, compositora e intérprete. “Juntos escuchaban grabaciones de ella y disfrutaban de sus canciones”.

La Violeta en La Paz
Un día de abril de 1966 “llegó a la galería una señora muy estropeada por el largo viaje que había realizado. Se encontró con mi padre en la puerta de Naira y le preguntó por Gilbert”. Don Pepe la hizo pasar “con la cordialidad de siempre, diciéndole que no tardaría en llegar”; entretanto, “entabló una conversación con ella y empezó a descubrir que se trataba de una persona extraordinaria”. Entonces le preguntó su nombre y ella le respondió: «Violeta Parra». “Yo ya la conozco a usted”, le dijo mi padre, revelándole que Gilbert siempre hablaba mucho de ella”.
La Violeta “era parte de nosotros”, afirma Leni. En su primera estadía preparó una exposición de cuadros para la que pidió cartulinas y marcadores de colores. “Así comenzó su labor artística en Naira; nos pintó a todos: a mí con mi padre y a todos los niños que vivían en la casona”. Su primera y única muestra pictórica en Naira fue inaugurada en mayo de 1966; “su pintura era tipo rupestre, como también sus arpilleras que tuve el privilegio de ver en Santiago, en la Carpa de la Reina”.
Violeta y Gilbert “ensayaron algunas piezas musicales y un viernes por la noche tocaron juntos por primera vez en la peña”. Violeta “era muy rigurosa; cuando tocaba y cantaba le gustaba que el público la escuchara en gran silencio”. Eso se repitió “todos los viernes y sábados, mientras ella permaneció en La Paz”.
Leni afirma, con la seguridad que le da la cercanía que tuvo con Violeta, que ésta terminó de componer su tema Gracias a la vida, hoy todo un himno, en ese tiempo y en el cuartito de Favre. La prueba está, apunta, en el último verso de la cuarta estrofa de la emblemática canción:
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve, ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio”.
Leni en la Carpa de la Reina
La artista chilena, “quién sabe si para rescatar el amor perdido y para mostrar la música boliviana en Santiago, invitó a irse con ella a Los Jairas y al grupo de zampoñaris Los Choclos, lustrabotas de la plaza Murillo”. Ambos grupos actuaron en la Carpa de la Reina y todos retornaron a La Paz, “incluido el Gringo”.
Violeta “no se dio por vencida y retornó por segunda vez a La Paz, más o menos en septiembre u octubre de 1966”. Actuó nuevamente en la peña y volvió a Santiago, donde Leni estaba casualmente en casa de su tío Juan Ballón. Violeta le llevó un mensaje de don Pepe y la invitó a conocer la carpa.
La joven acudió acompañada de un amigo boliviano, Hugo Salas, que estudiaba en Santiago. “Nos dirigimos al lugar que, efectivamente, se trataba de una carpa pequeña, como de circo. Allí estaba Alberto Zapicán (1927-2021), músico uruguayo alto, delgado, de ojos claros, que vivía con ella”. Violeta “nos recibió con gran entusiasmo y mucho afecto; nos mostró el lugar, pero a mi amigo Hugo no le dirigía la palabra, sólo a mí; incluso me dijo: Pregúntale al hombre si quiere un café. Nos mostró un fogón central donde preparaba sopaipillas, sangría y otras cosas más, antes de que arrancara la música”.
En la carpa, Leni descubrió mesas similares a las de “nuestra peña; al fondo existía una tarima de madera que hacía las veces de escenario”. Sentados muy cerca, los amigos asistieron a “uno de los conciertos más cálidos y bellos de mi vida”.
Violeta cantó, con Zapican tocando el bombo, varias de sus canciones: Gracias a la vida, Volver a los 17, Rum Rum se fue pa’l norte, Me gustan los estudiantes… “Todo fue muy emotivo; tocaron por primera vez el charango que ella había llevado de La Paz y tal vez, o seguramente, fue el primero en llegar a Chile”.

Luego, “nos invitó a pasar al lugar donde vivía; era una habitación contigua a la carpa donde tenía una cocina y más al fondo había una gran cama”. Se paseaban por ahí unos perros “y unas gallinas muy extrañas que me dijo que eran chinas; después de invitarnos un té, se recostó en su cama y Zapicán se acurrucó cerca de sus pies y comenzó a acariciarlos”. Conversaron un largo tiempo, “nos contó del reencuentro con Gilbert y algunos detalles más de su estadía en La Paz; también comentó de la falta de empatía que encontraba en algunos chilenos frente a su canto y su labor, lo que le producía un sinsabor profundo”.
Al despedirse, Violeta ofreció trabajo a Leni y la joven se entusiasmó con la posibilidad de recibir parroquianos en la carpa. Su tío Juan la trajo a tierra: “Mi hijita, usted cuántos años tiene; 17, le respondí”. Menor de edad y con visa de turista, la muchacha tuvo que rechazar la oferta y así se despidió de Violeta.
Una placa en la Sagárnaga
Esos recuerdos fueron compartidos por la única hija de Pepe Ballón en una velada del reciente 9 de octubre organizada por el Consulado General de Chile en La Paz y la Alcaldía de La Paz.
El cónsul Fernando Velasco Parada develó por la mañana una placa en la sede de la desaparecida Naira, hoy un hostal que conserva el nombre ya mítico, así que ahora va impresa la constancia del paso breve pero intenso de Violeta por La Paz.

Por la noche, el jardín de la sede del Consulado reunió a un grupo de invitados que acompañaron el coloquio del que fue parte Leni. Se escuchó asimismo a Antonieta Arauco, viuda de Ernesto Cavour, charanguista de Los Jairas, y a la chilena Denise Elphick Zúñiga.
Arauco no conoció a Violeta Parra, pero supo por Cavour —quien asumió la conducción de una tercera etapa de la Peña Naira— cómo no fue fácil para todo el público entender la música de Violeta ni apreciar su voz. La investigadora dijo que igual pasó, en principio, con la boliviana Matilde Casazola, como sí pudo ella atestiguar desde su rol de mesera en la tercera Naira. El tiempo mostró, en ambos casos, la dimensión de las propuestas de estas mujeres poetas, compositoras y cantantes.
Elphick es la directora de la Fundación Museo Violeta Parra en Santiago. Ella dijo haberse sentido profundamente conmovida por el testimonio de Leni, tanto por lo referido a Violeta Parra como por la forma en que se construyó Naira, con poco dinero, con inventiva y con certezas sobre la importancia de la cultura enraizada en lo popular. Algo parecido a lo que hizo Violeta y que sucede con su museo, dijo, que tras haber sufrido tres incendios está reconstruyéndose. Se reabrirá en 2026, pero entretanto el legado llega a distintos lugares gracias a la iniciativa itinerante El baúl de Violeta que, comprometió la directora, incluirá a Bolivia en su ruta.
Pepe, el pilar
En esta historia sobrevuelan la figura de Pepe Ballón (La Paz, 23 de julio de 1918 – 9 de julio de 1987) y su labor gestora. Por eso, y ante un mundo sumido en desesperanzas, dijo Leni, “vengo a tratar de alegrarles la vida contándoles brevemente una bonita y rica historia”.
(Lo que viene a continuación es un resumen de lo que Leni compartió este 9 de octubre).
Muy jovencito, Pepe comenzó a trabajar en la imprenta gráfica Amauta, propiedad de su padre Juan Ballón. En ella encontró su pasión por este arte; se convirtió luego en director y editor y así publicó libros de poetas, escritores y ensayistas, entre otros, cumpliendo siempre una labor muy importante en favor de las letras. Publicó incluso dos libros de un gran escritor venezolano, quien vivió tres años en Bolivia: Aquiles Nazoa.
Ejerció el oficio hasta su jubilación como director en la imprenta de la Universidad Mayor de San Andrés. De esa presencia, su imagen quedó plasmada en el mural El retrato de un pueblo que se encuentra en el Salón de Honor y cuyo autor es el gran muralista Walter Solón Romero.
Otra faceta es haber sido campeón nacional de ajedrez. Fue presidente de la Federación Boliviana de esta ciencia deportiva durante 12 años; organizó varios torneos, incluso de carácter internacional, realizados en los ambientes del Club de La Paz, la Casa de España y la Casa Argentina, con gran apoyo institucional. Además, logró en 1962 que los maestros ajedrecistas nacionales Cídar Humérez, Magín Zubieta, Julio Soruco e Ismael Mendivil participaran en las olimpiadas de ajedrez disputadas en Leipzig, Alemania.
En 1963, Ballón era director de la imprenta encargada de la Papeleta Valorada del Comité de Deportes, situada en la calle Sagárnaga 161. Al terminar sus funciones en 1965, alquiló dos ambientes del local y llevó adelante su idea de generar un espacio de fomento cultural. Así se inauguró la primera Galería de Arte, Artesanía y Folklore Naira, con Pepe y la joven Leni junto al pintor Jorge Carrasco Núñez del Prado y Simone Carrasco.
En la inauguración participaron los jóvenes pintores Gil Imaná, Inés Córdoba, María Esther Ballivián, Enrique Arnal, Inés Ovando (Agnés), Luis Zilvetti, Fernando Capriles, Fausto Aoiz y Alfredo La Placa.
En ese pequeño pero valioso recinto hubo gran actividad artística y cultural, como importantes exposiciones de cuadros, cerámicas, libros, platería, tejidos, artesanía de Sucre y Potosí, ikebana y también conciertos de guitarra, danza, charlas sobre arte, cultura y cine; se crearon tres grupos de teatro, de títeres y, algo importante para esa época: hubo clases de alfabetización.
Naira creó el Premio Nacional de Pintura. El primer año se lo otorgó a la pintora Agnés y el segundo a Erasmo Zarzuela, hoy catalogados como grandes pintores. El jurado calificador estuvo constituido por Marcelo Quiroga Santa Cruz, el filósofo Arturo Orías y el arquitecto Lisímaco Gutiérrez. A raíz del golpe militar de Hugo Banzer, la iniciativa se truncó y Pepe Ballón debió salir al exilio rumbo a Venezuela, donde también tuvo una destacada labor a través de la Galería del Libro, Librería Foro, de 1971 a 1983.
De ahí en adelante, la Nueva Naira, como la llamaron, tomó otro rumbo completamente diferente de la Naira que creó Pepe Ballón y que recibió, entre muchos artistas, a la Violeta Parra.
Nota editada por Mabel Franco sobre texto escrito por Leni Ballón.

